Y es que nos parecemos tanto tú yo.
De nuestro dolor y sufriemiento,
nos parecemos tanto tú y yo.
Como mi espejo doloroso.
Como mi alma siempre en pena.
Y es que nos parecemos tanto tú y yo,
que ni Dios ni los ángeles
pueden distiguir tu llanto de mi llanto.
martes, 20 de enero de 2009
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